LA VIDA: UN CICLO RELATIVAMENTE CORTO

La vida va pasando sin darnos cuenta y,  según sea tu situación en ella, su andadura se hace corta o larga.  Los buenos momentos se nos pasan sin que apenas corra  el tiempo y, al contrario,  cuando tenemos problemas, especialmente si son de salud, ya sea la nuestra o de los seres cercanos, entonces  nos parece estar parados en nuestro paso o caminar por la vida.

Por esto pienso que si  el transcurrir del tiempo se nos antoja rápido, es síntoma de que en nuestra vida  abundan los buenos momentos. Si haces una paradita en el camino para echar una mirada al pasado,  vista en retrospectiva desde los 67 años vividos, (como es mi caso) te percatas mejor de su brevedad. 

Recuerdas la niñez como un tiempo que pasa muy lentamente, quizás por la ansiedad de llegar a ser adulto, y cuando llegas a serlo, tienes tan poco tiempo para todo lo que quieres hacer, que se  te pasan los años sin darte cuenta.

 Te casas,  tienes hijos y son ellos el reloj que mejor marca tu breve paso por la vida. 

 

Ocurre lo mismo  cuando eres joven:  te falta tiempo hasta para disfrutar de los hijos  ya que debes afanarte en  procurar  que no falte nada en casa. Este sustento de la familia conlleva dedicación y trabajo, una ocupación que hace pase con rapidez el tiempo y aquellos relojitos, a raíz de darles cuerda y alimento, ves como son ya unos moz@s  que te han pasado en estatura, preparación y hasta llegas a pensar que te van a alcanzar en tiempo.  Esto está claro que no ocurre, pero te hace ser consciente de la brevedad de la vida, al ver como tus hijos están cerca de la mitad del ciclo de ella.

Brevedad que las personas dedicadas al arte, han reflejado de diferentes maneras, sobre todo en la escritura, la poesía, el cante, el cine o el teatro. En el apartado de poesía, hay una que me gusta de manera especial:  por ser de Ribagorza su autor  y porque en ella describe con la sencillez y maestría que caracterizaron al conocido poeta Cleto Torrodellas, lo comentado. Voy a transcribirla tal  como la publicó su autor, se titula.

                                                                  " EL BANCO VIEJO DE LOS VIEJOS" 

                                                                        Banco de llosas gastadas,

 

banco de la pllaza'l sol,

 

que das entrada a los viejos

 

como per escalafón.

 

Onque me causes tristeza,

 

ya fa años que te me miro;

 

per un lau te tiengo miedo,

 

y al mismo tiempo cariño.

 

Tiengo los sesenta y cinco,

 

y los tiengo prou gastaus,

 

y viengo a pedí la'ntrada,

 

                                                                        como los demás ancianos.   

 

                                                                           M'acordo, fa muchos años,

 

de cuan eba yo zagal,

 

  ve aquí sentáu a mi agüelo,

 

con otros viejos hablán.

 

                                                                          Yo pasaba en ta las monjas,       

                                                                         corrén, perqu'eba travieso,

 

y mi yayo me llamaba,

 

pa mocame y dame un beso.

 

¡Como van pasá los años!

 

M´está parecen un sueño:

 

Como si hablasen d'ayer,

 

y hoy ya soy yo aquel viejo.

 

Ya m'he d'asentá en el banco,

 

per sé pesáu está drecho,

 

y a los fillos de mi filla,

 

tamé los moco y los beso.

¡Oh, cadena misteriosa,

que del otro mundo' stira,

que ñ'hay pa siglos y siglos,

y may la verén rompida!.

La chen pedrica a su antojo,

s'escita la cencia sabia:

Que si bllanco, que si negro,

¡y ninguno sabe nada!.

El misterio d'este mundo,

no mo'y tenín qu'empeñá,

que no más lo sabe ben

el que fá llové y nevá.

Lo acertáu é el sé güenos;

esto, per ley natural,

en esta y en la otra vida

 

may mos podrá salí mal.

¿Qué mos llama'l otro mundo?...

No mos dé ninguna pena:

Lo mismo al pobre qu'al rico

los engancha la cadena.

Y no se pensen aquels

millonarios de cuantía

que allá tendrán influencia

lo mismo qu'en esta vida.

Ya pueden ixes ricazos

fé entierros con elegancia,

con dos docenas de curas,

coronas y cajas majas.

Y pueden posaye'ndentro

adrezos d'oro y de pllata,

que si llevan l'alma negra

u de pecados manchada...

con tanta fanfulleria

 

como si no fesen nada.

 

En el cielo no rellucen

 

adrezos d'oro y de plata;

allí lo que más s'aprecia

é una alma pura y santa.

Y podría dase'l caso

qu'en el banco de la pllaza

ñ'heiga unos ancianos pobres

con un alma limpia y sana.

Ya m'estoy imaginán

cuan un rico allegue al cielo

y que San Pedro le diga:

¿Qué se ofrece caballero?.

Pues, vengo a vos a deciros

que me ha tocado morir

y que con vuestra influencia

me coloquéis bien aquí.

Medio millón de pesetas

he dejado para misas

y medio más para coches,

caja, coronas y cintas.

¡Oh, señor, mi buen señor!

con eso no hacemos nada;

para buen sitio en el cielo

es según cómo está el alma.

Daré parte al Soberano,

como hago cada día,

y Él le dará la sala

que usted tenga merecida.

Y podría dase'l caso

qu'aquel rico millonario

tienga su puesto en el cielo

más malo qu'un desgraciado.

En este mísero banco

apenas se y senta un rico;

esto lo viengo oserván

desde que yo eba muy chico.

Aquí se asenta'l inculto,

los que no'stán ilustrados

y los que producen siempre

in per el monte arrastrados.

Conque nada, compañeros,

pecho adelante y preparamos;

no tiengán miedo a morí,

que Dios a los desgraciados

mos guarda muy güenos puestos

si semos güenos y honrados.

 

 

No más me queda alvertí,

esto pa los chovenastros,

 

que respeten ben las canas

y conserven estes bancos

pa asentase cuan les toque

 

como mos toca a nusatros.

 

Cleto Torrodellas Español, conocido popularmente por su oficio, como "El Ferrero de Estadilla", lugar donde nació en 1868, muriendo después de una larga enfermedad en 1939. El lenguaje utilizado en Estadilla, Graus o Campo era muy parecido, aunque hoy no tanto, por haberse dejado de utilizar muchas de las palabras que dieron uniformidad al ribagorzano hablado en los pueblos citados y núcleos cercanos a ellos.

 

                                             Cosme Castán Campo